España se mantiene entre los países más longevos de Europa. En 2024, la esperanza de vida al nacer alcanza los 84 años, más de diez años más que en 1975. Este avance es fruto de mejoras sanitarias, educativas y socioeconómicas que han transformado la vida de varias generaciones.

Sin embargo, este progreso convive con un reto significativo: la calidad de los años añadidos. El análisis reciente muestra que el 52,5 % de los años vividos después de los 65 transcurren con algún grado de discapacidad. Esta proporción se ha incrementado en los últimos años: de 9,8 años con limitaciones en 2018 a 11,4 en 2023.

La perspectiva de género añade un elemento crítico. Aunque las mujeres disfrutan de una esperanza de vida superior, también acumulan más años con discapacidad. Pese a ello, hombres y mujeres presentan cifras prácticamente idénticas en años vividos sin limitaciones (10,3 y 10,2 años respectivamente), lo que evidencia desigualdades aún presentes en salud, cuidados y condiciones de vida.

En el contexto europeo, España se sitúa por encima de la media tanto en longevidad como en años de vida saludable (10,3 frente a los 9,4 de la UE). Países como Suecia, Malta e Irlanda son referentes en calidad de vida tras los 65, mientras que buena parte de los países del Este muestra peores resultados en duración y salud.

El reto no se limita a aumentar la esperanza de vida, sino a garantizar que estos años se vivan con bienestar y autonomía. Para ello son esenciales políticas públicas de prevención, entornos amigables, innovación social, cuidados de larga duración y un enfoque integral de salud pública.

Esenciales 07/2025 – Esperanza y calidad de vida de los mayores